Un tema recurrente pero crucial: ¿cómo se puede poner la tecnología al servicio de los clientes, en su opinión?
Para que la tecnología sea adecuada, debe ser lo más sencilla posible. Y hacer las cosas sencillas es muy complejo. A menudo hay que partir de cero y eliminar lo superfluo. En definitiva, reinventarse. Apple, con el primer iPhone, es un magnífico ejemplo de reinvención: un diseño monolítico y depurado, un mínimo de botones físicos, una pantalla total y una interfaz sencilla (un icono = una aplicación). Eso es todo. Adiós al teclado físico, al lápiz óptico y a los múltiples botones. Los competidores de la época, como Nokia, no se recuperaron. A continuación, hay que pensar en la experiencia del usuario en su globalidad. En el sector financiero, a menudo tenemos la impresión de que hay que «dar las gracias» al banquero o al asegurador por un servicio. ¡Pero no! El cliente paga por ese servicio. Y ese servicio debe ser impecable. Para que lo sea, hay que pensar en el cliente y adaptarse a sus necesidades.
El cliente es, ante todo, móvil. Por lo tanto, el producto debe estar disponible en el smartphone. Debe ser visualmente atractivo y fácil de usar.
El cliente debe poder suscribirse a cualquier cosa y, sobre todo, en cualquier momento. Por lo tanto, todo debe ser posible directamente en la aplicación. El servicio de atención al cliente también debe poder acompañarle y guiarle cuando el cliente lo desee, a través de un chat en directo o incluso por videoconferencia.